No estamos solos en la adversidad Rev. Enrique Centeno

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No estamos solos en la adversidad
Rev. Enrique Centeno: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” Mateo 28:20.
Génesis 28 relata la huida de Jacob lejos de su familia. Jacob le había robado con engaños a Esaú la bendición patriarcal reservada al hijo mayor, y éste último lo quería matar (Génesis 27:41-48). Rebeca, su madre, decidió entonces hacerlo escapar a casa de su hermano Labán en Harán.
Cansado y fatigado del camino, se detuvo en un lugar para dormir. Jacob, que siempre había conocido las comodidades del hogar, tuvo que dormir en el suelo con una piedra por almohada. En aquel momento tan angustioso, Jacob se sentiría muy solo y, seguramente, derramó lágrimas. No obstante, vino a soñar que “una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella. Y he aquí, Jehová estaba en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia” (Génesis 28:12-13).
Podemos preguntarnos ¿por qué Jacob vio aquellos ángeles que subían y bajaban por la escalera? Simplemente, Dios le estaba indicando que en ningún momento había estado solo, sino que legiones de ángeles estaban a su lado día y noche.
¿Cuántas veces hemos pensado, como Jacob, que estamos solos? Existe un bello poema llamado “Las huellas”, que cuenta la historia de una persona que paseaba por una playa en compañía del Señor. Mientras ambos caminaban por la arena, en el cielo iban apareciendo, como en una película, escenas de la vida de aquella persona. En casi todas las imágenes, el personaje podía ver dos pares de huellas en la arena: las suyas y las del Señor a su lado. Sin embargo, notó también que, en aquellos momentos más difíciles de su existencia, solo había un par de huellas en el suelo. El personaje se entristeció, y le dijo al Señor: Tú prometiste que estarías conmigo todos los días de mi vida hasta el fin del mundo, pero cuando más te necesité, Tú no estuviste a mi lado. Entonces, el Señor le contestó: Hijo mío, Yo nunca te dejé, y siempre estuve contigo. En esos trances en los que ves solamente un par de huellas, es porque son las mías, ¡YO TE ESTUVE CARGANDO EN MIS BRAZOS!
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