La Evangelización y el Espíritu de Dios Rev. Luis M. Ortiz

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Rev. Luis M. Ortiz: “Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra.” Hechos 1:8.
La Evangelización y el Espíritu de Dios
Si comparamos la acción de la Iglesia de hoy, su labor de evangelización en el mundo, con el crecimiento demográfico, con los adelantos de la ciencia moderna, y la proliferación de tantos cultos heréticos, veremos que la Iglesia no está marchando al ritmo acelerado con que todo se mueve en estos días del fin.
¿Podrá la iglesia de Jesucristo hoy día moverse con la premura y con la urgencia que estos días requiere? Si la iglesia de los primeros tiempos pudo hacerlo, creemos que la iglesia de hoy puede hacerlo. La iglesia comenzó con doce apóstoles; luego en el día de Pentecostés 120 fueron llenos del Espíritu Santo; en ese mismo día 3 mil almas fueron salvas, un poco más tarde 5 mil hombres fueron convertidos, no solo en Jerusalén, sino que también en Galacia, Macedonia, Acaya y Asia, multitudes eran salvas.
¿Cuál fue el secreto del crecimiento fenomenal de la iglesia al principio? Existe una razón principalísima: El Espíritu Santo. Sí, el Espíritu Santo, obrando a través de vasos limpios, firmes, rendidos y obedientes. Muchos predicadores eran verdaderamente ungidos por el Espíritu Santo. Vemos a Pedro lleno de la unción del Espíritu Santo predicando un gran sermón en el día de Pentecostés, 3 mil almas fueron salvas; vemos a Pedro y a Juan llenos del poder del Espíritu Santo sanando al cojo que se sentaba a la puerta del templo, y 5 mil fueron salvos por este lugar.
Vemos también al diácono “Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía prodigios y señales entre el pueblo” (Hechos 6:8), “su rostro como el rostro de un ángel” mientras predicaba (Hechos 6:15), y estando “lleno del Espíritu Santo, puesto los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios” (Hechos 7:55); la sangre del mártir Esteban fue la semilla que produjo al gran misionero y ganador de almas San Pablo.
Vemos también a otro diácono, “Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía. Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados; así había gran gozo en aquella ciudad” se bautizaba hombres y mujeres (Hechos 8:5-8).
Vemos también a Bernabé, otro predicador, varón bueno, lleno del Espíritu Santo y de fe, mucha compañía fue agregada al Señor durante su ministerio. También está San Pablo, hombre erudito, cuyo ministerio excepcional y predicación no “fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu Santo y de poder” (1 Corintios 2:4). Que Pablo era un gran erudito, teólogo, un gran orador e intelectual; sabía que si él iba a lograr verdaderas conversiones de sus oyentes no sería haciendo gala de sus recursos humanos y dejando que el Espíritu Santo hiciere uso de él y de sus talentos.
Un gran predicador no es uno que predica bonito y florido, sino uno que predica y las almas se convierten a Cristo. El mismo Cristo para hacer la obra del Padre dijo: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor” (Lucas 4:18-19).
En la iglesia primitiva no solo los predicadores eran llenos del Espíritu Santo, sino que también los discípulos (Hechos 11:19-23). Hoy día, causa mucha pena ver predicadores que casi nada hacen, porque no le entregan una Iglesia para pastorear; pero en la Iglesia primitiva, aun los miembros de la Iglesia, predicaban y fundaban Iglesias.
La Iglesia de Jesucristo en estos tiempos ha de moverse a ritmo acelerado. Estos tiempos tan peligrosos requieren, se hace urgente, que tengamos un poderoso derramamiento del Espíritu Santo; y que el Espíritu Santo sea una gloriosa realidad en cada corazón, en cada congregación, para que este mundo sea conmovido, sacudido hasta sus cimientos y las multitudes se tornen al Señor.
Amados, el ministerio glorioso del Espíritu Santo en toda su plenitud, es indispensable para el crecimiento de la Iglesia, para la evangelización del mundo, para el avance de la obra misionera y la conquista de millones de almas perdidas para Cristo. De razón el evangelista Evans Roberts constantemente enfatizaba y decía: “Obedece al Espíritu Santo, no contriste al Espíritu Santo, sea lleno del Espíritu Santo”. Con razón el gran evangelista Spurgeon oró diciendo: ¡Oh Dios, envíanos al Espíritu Santo, danos Señor tanto el aliento de una vida espiritual, como el fuego de un fervor incontrastable, hasta las naciones se rindan al dominio de Jesús; oh Dios nuestro, contéstanos con fuego te lo pedimos, contéstanos con el viento recio y con el impetuoso fuego, mándanos el fuego que enciende y mueva a muchos, mándanos el viento que agite el tranquilo mar mundanal donde el hermano ha lanzado su ancla de comodidad para que las olas se despierten y se ponga a trabajar. ¡Oh Espíritu de Dios, tú estás listo para trabajar con nosotros así como los estuviste ayer, comienza ahora Señor, rompe oh Dios toda barrera que impida la manifestación de tu poder, sopla oh divino viento del Espíritu de Dios, consume todo obstáculo con fuego celestial, danos ahora Señor corazones en llamas, lenguas de fuego para tu Palabra predicar por doquier”.
Si hermanos, que se encienda el fuego glorioso del Espíritu Santo en cada corazón, en cada oyente en estos instantes.

Tomado de: http://impactoevangelistico.net
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